Juan Gabriel Tokatlian
Para LA NACION
Noticias de Opinión
Martes 23 de febrero de 2010 | Publicado en edición impresa
El tema nuclear entre la Argentina y Brasil
Si bien no existe una definición convencional y de consenso acerca de la noción de paciencia estratégica, el término ha ganado un espacio perceptible en la jerga de las relaciones internacionales actuales. Se asume que la paciencia es la actitud que un país o gobierno debe tener hacia otro. De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia significa la "capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse", la "facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho". Por su parte, lo estratégico es algo "de importancia decisiva" para alcanzar un objetivo valorado, según el mismo diccionario. En consecuencia, se trata de ser paciente en relación con una contraparte para lograr satisfacer una trascendental meta propia.
La lógica de la paciencia estratégica se viene utilizando con más frecuencia desde el inicio de esta primera década del siglo XXI. En general, los ejemplos que se mencionan remiten a la actitud de las grandes potencias frente a ciertos actores menores del sistema que, por alguna razón particular, tienen alguna relevancia relativa (la ubicación geopolítica, la posesión de recursos materiales o militares críticos, la ambición de liderazgo) para las superpotencias, así como para el caso del proceder de los poderes emergentes respecto de algunos vecinos efectivamente gravitantes, potencialmente influyentes o eventualmente disconformes. Así entonces, se afirma que Estados Unidos muestra paciencia estratégica frente a Venezuela, a la espera de que en un futuro Chávez fracase en su revolución bolivariana del siglo XXI y que Washington recupere su proyección o ascendiente en ese país. China haría lo propio con Corea del Norte y Rusia con algunas ex repúblicas socialistas soviéticas. Paralelamente, la India hace algo similar en relación con Paquistán y Sudáfrica respecto a Zimbabwe.
En América del Sur, el ejemplo emblemático es la conducta de Brasil frente a sus vecinos; en especial, frente a la Argentina. Al parecer, y según los comentarios de funcionarios, especialistas y observadores, Brasilia está bastante molesta con la posición de la Argentina en materia comercial, tanto en lo que corresponde a la relación bilateral, a lo que atañe a Mercosur y lo que hace al G-20. En breve, Buenos Aires se habría convertido en un socio volátil con posturas excesivamente proteccionistas, carente de acceso al mercado de capitales y negligente en sus compromisos internacionales en materia comercial. La Argentina es, en consecuencia, una contraparte que genera irritación y cansancio en los empresarios de São Paulo y los funcionarios de Itamaraty. El nivel de paciencia estratégica de Brasil estaría cerca del límite.
Sin embargo, algo sobre lo que no se ha reparado suficientemente es que la Argentina también ha sido paciente, en lo estratégico, frente a Brasil y su posición en materia nuclear. El país ha compartido con el vecino una política en materia de no proliferación y verificación recíproca desde los acuerdos Sarney-Alfonsín de los ochenta; estos acuerdos han tenido como consecuencia que América del Sur sea hoy una zona de paz ejemplar en la periferia. La Argentina ha sido un artífice importante de ese proceso, a pesar de que en tiempos recientes no ha quedado claro si los dos países comparten, a plenitud, una mirada común en materia nuclear -especialmente, en lo que hace a la dimensión militar de esa energía.
El régimen nuclear internacional -en su componente relacionado con las armas nucleares- es un régimen asimétrico. Es, además, un régimen en el que los principales actores ni se desarman seriamente ni facilitan el pleno desarrollo de la energía nuclear con fines pacíficos por parte de los países con capacidad científica y tecnológica para hacerlo. En años recientes, se ha sumado la política agresiva de Washington a favor de la autolegitimación del ataque preventivo, y respecto a una franca tolerancia frente a la disponibilidad nuclear de la India (con quien firmó un acuerdo en esa materia), de Paquistán (a pesar de las incertidumbres que genera el régimen en Islamabad) y de Israel (única potencia con armas de destrucción masiva en Medio Oriente). Hay entonces motivos legítimos para cuestionar el actual régimen. Sin embargo, ello no implica que la mejor vía para encauzarlo y propender por la paz sea mediante la amenaza de la proliferación.
Ahora bien, es fundamental comprender que Brasil vive hoy el dilema de toda potencia ascendente con ambición global: o se autorestringe (por convicción, conveniencia o por impedimento) respecto al desarrollo de un poderío nuclear con fines militares, o se reafirma como un poder con artefactos militares como parte de su arsenal disuasivo. En esa encrucijada, es evidente que la primera alternativa puede tener límites para la proyección global brasileña, pero grandes beneficios regionales y efectos mundiales: América del Sur se preserva como zona de paz; Buenos Aires, Santiago y Brasilia -el ABC- se constituyen en el pilar para la estabilidad en el área; la región no se convierte en eventual punto de tensión militar y disputa nuclear entre las grandes superpotencias, y Brasil preserva su imagen como un poder no revisionista.
La segunda opción puede ser tentadora para algunos actores internos en Brasil, pero se enfrenta a varios problemas y peligros. Primero, no es claro el efecto que ello tenga para la democracia interna, pues en aras de lograr a cualquier costo el objetivo de ser potencia nuclear podría producir un deslizamiento hacia el autoritarismo. A su vez, difícilmente Washington acepte una potencia nuclear militar en el continente. La Unión Europea -más allá de los recientes compromisos entre Francia y Brasil en materia de defensa- acompañará muy posiblemente a Estados Unidos, a menos que quiera desarrollar un nuevo contencioso entre Bruselas y Washington. Buenos Aires se vería obligada a abandonar los acuerdos nucleares ya establecidos entre los dos países e iniciar una estrategia diplomática y militar orientada a presionar y cercar a Brasil. Probablemente América del Sur, que ya vive algunas tensiones inquietantes, ingrese en una carrera armamentista que retrase, otra vez, el crecimiento económico y el bienestar social de los países del área. Brasilia tendría que procurar el avance de su proyecto seguramente asociándose tácitamente a países percibidos como "desestabilizadores" (como Corea del Norte e Irán) y elegir entre aproximarse más a la India (socio de Brasil en el G-4, el BRIC e IBSA) o a Paquistán (con una dudosa reputación de clandestinidad en asuntos nucleares). Quizá Rusia aproveche una coyuntura tal para recuperar su presencia en la región e impacientar a Estados Unidos y a la OTAN. En breve, se abre una caja de Pandora.
Una variante de la segunda alternativa es que Brasil le proponga a Buenos Aires desarrollar conjuntamente, ya sea de forma abierta o encubierta, una capacidad nuclear compartida en el ámbito militar. Pero ello implicaría un salto cualitativo en las relaciones binacionales: Brasil y la Argentina dejarían atrás una sociedad estrecha y afirmarían una alianza decisiva.
Lo cierto es que el consenso sociopolítico y cívicomilitar actual en la Argentina es a favor del mayor desarrollo posible de la capacidad nuclear con fines pacíficos, el desarme efectivo entre las potencias nucleares existentes y la no proliferación en materia militar. El más reciente voto de la Argentina -distinto al de Brasil- respecto de la cuestión de Irán en la Organización Internacional de Energía Atómica y la plena disposición a que Brasil verifique las instalaciones nucleares del país son un testimonio de ello. Por su parte, las señales de ambigüedad en Brasil en este frente vienen creciendo en los últimos dos años: si bien no constituyen una mayoría ni poseen una posición hegemónica, algunos sectores se muestran tentados con la eventualidad de avanzar en el desarrollo de bombas atómicas.
Por el momento, la Argentina ha tenido bastante paciencia estratégica respecto de Brasil en el ámbito nuclear. Más temprano que tarde este tema tenderá a esclarecerse. Una buena pista de lo que podría suceder en el futuro se develará en dos foros próximos: la Cumbre de Seguridad Mundial convocada por el presidente Barack Obama, que se realizará en Washington a mediados de abril, y la Conferencia Mundial de Revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), que se efectuará en Nueva York en mayo próximo, coincidiendo con la conmemoración del Bicentenario argentino. © LA NACION
No hay comentarios:
Publicar un comentario