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sábado, 24 de abril de 2010

A 95 AÑOS DEL GENOCIDIO ARMENIO,Por Liliam Kechichian

Por Liliam Kechichian |*|

Nosotros podríamos volver aquí hoy ­ como lo hemos hecho en años anteriores­ a recordar y mirar la historia, que nos habla de cómo la revolución de los jóvenes turcos de la época devino rápidamente en una simple dictadura y su Junta de Gobierno en un triunvirato extremista, con la suficiente crueldad y convicción ideológica como para elaborar un plan de exterminio que se aplicó con gran saña.
Podríamos volver a abril de 1915, cuando nuestros ancestros armenios fueron asesinados a sangre fría, deportados en caravanas a los desiertos al norte de Siria, para, miles de ellos, morir de hambre y enfermedades.
Podríamos, con inmenso dolor, recordar como el pueblo armenio fue eliminado y expulsado de las tierras que habían sido su patria durante más de 3.000 años.
Pero para evitar cualquier suspicacia de unilateralidad, no seguiré apelando a las numerosas y bien documentadas referencias históricas de autores armenios.
Hoy quiero recordar y compartir lo que fue el trabajo en lo pertinente al juicio moral sustanciado ante el "Tribunal Permanente de los Pueblos" (Russell), cofundado por el senador italiano Lelio Basso e integrado por personalidades de reconocida e incontrovertible solvencia moral e intelectual.
Dichas sesiones versaban sobre el genocidio armenio, y se realizaron entre el 13 y 16 de abril de 1984.
Surge claramente "la presencia del pueblo armenio en la Anatolia Oriental y el Cáucaso, a partir del siglo VI a. de C. Durante dos milenios el pueblo armenio conoció períodos de independencia y de vasallaje. Se sucedieron varias dinastías reales hasta la caída del último reino armenio, en el siglo XIV. Al adoptar el cristianismo como religión del Estado a principios del siglo IV y un alfabeto específico, que ya en esa época le confirió identidad nacional, los armenios fueron frecuentemente perseguidos por su fe por diversos invasores o conquistadores".
"Si bien ocupan una situación geográfica particularmente vulnerable como posición estratégica, hasta la primera guerra mundial los armenios pudieron crear y preservar su idioma, una cultura, una religión, en resumen, una identidad, en sus territorios históricos que los mismos turcos designaban con el nombre de Ermenistán".
"A partir de enero de 1915, los soldados y gendarmes armenios fueron privados de sus armas; se los reunió en batallones de trabajo en pequeños grupos de 500 a 1.000 hombres y se los destinó a la construcción de caminos; fueron progresivamente ejecutados en lugares aislados. Es a partir de abril que se inició la ejecución de un plan cuyas fases se sucedieron rigurosamente. La deportación comenzó a principios de abril en Zeitún, en una región que no presentaba ningún carácter estratégico inmediato. A continuación, la deportación fue extendida a las provincias fronterizas".
"Siguiendo un programa preciso, a partir del 24 de abril, el gobierno ordenó la deportación de los armenios de los vilayetos orientales. Como Van estaba ocupada por el ejército ruso, la medida comprendía los seis vilayetos de Trebizonda, Erzerum, Bitlis, Diarbekir, Jarput y Sivás. Una "organización especial" (OS) era la encargada de ejecutar el plan. La formaban condenados de derecho común liberados de las cárceles, entrenados y equipados por el Partido Unión y Progreso. Esta organización paralela, dirigida por Behaeddín Chakir, dependía exclusivamente del Comité Central del Ittihad. Constantinopla transmitía las directivas a los valís, kaimakams y responsables locales de la OS. Estos últimos tenían poderes discrecionales y podían remover a su antojo a los funcionarios o gendarmes recalcitrantes".
"Sobre 1.200.000 armenios de los siete vilayetos orientales, cerca de 300.000 pudieron huir al Cáucaso aprovechando la ocupación rusa; los demás fueron asesinados en el lugar en que se hallaban o fueron deportados; las mujeres y los niños (alrededor de 200.000) fueron secuestrados. No llegaron más de 50.000 sobrevivientes a Alepo, punto de convergencia de los convoyes de deportados".
"A fines de julio de 1915, el gobierno procedió a la deportación de los armenios de Anatolia y Cilicia. En las zonas alejadas del frente, donde la presencia de los armenios no podía considerarse un peligro para el ejército turco, el gobierno procedió a efectuar una transferencia de poblaciones. Las columnas de deportados fueron dirigidas hacia el sur y diezmadas en el camino. Desde Alepo, los sobrevivientes fueron conducidos hacia el desierto de Siria, en el sur, o hacia la Mesopotamia en el sudeste. Se construyeron campos de concentración en Siria, en Hama, Homs y cerca de Damasco, que acogieron alrededor de 120.000 refugiados, la mayoría de los cuales ­aún al finalizar la guerra­ serían repatriados a Cilicia en 1919. Por el contrario, a lo largo del Eufrates, los armenios fueron empujados siempre hacia delante, hacia Deir-es-Zor, adonde llegaron unas 200.000 personas. Entre marzo y agosto de 1916 se ordenó desde Constantinopla la liquidación de los últimos sobrevivientes reunidos en los campos, a lo largo del ferrocarril y en las orillas del Eufrates".
"La Anatolia oriental fue vaciada de su población armenia. Una parte de los sobrevivientes de las masacres se refugió en Siria y el Líbano, mientras que otra parte se replegó hacia la Armenia rusa (....)".
Hasta aquí los hechos descriptos por el Tribunal Permanente de los Pueblos y transcriptos en lo pertinente. Queda ahí expuesto todo lo que ya conocemos se desató en 1915: asesinatos, deportaciones, vejaciones, violaciones, niños armenios internados en orfanatos turcos. Queda claramente explicitado que, en total y teniendo en cuenta los refugiados en Rusia, se estimaron en 600.000 los sobrevivientes sobre una población de dos millones de armenios en 1914.
Ahí también estuvieron las tesis turcas, la reducción del número de muertes, la responsabilidad de los revolucionarios armenios, la inversión de la culpabilidad.
Por último, el Tribunal constató que las poblaciones armenias que fueron objeto de la masacre y otras violaciones a los derechos humanos, constituyen un Pueblo en el sentido del Derecho Internacional y que ese pueblo tiene derecho a disponer de sí mismo, de acuerdo con el Artículo 1 y 2 de la Carta de las Naciones Unidas y las disposiciones de la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos, adoptada en Argel el 4 de julio de 1976.
Por eso, la búsqueda de la verdad es imprescindible, porque un genocidio de estas características (y el Estado uruguayo lo expresó al aprobar la Ley 13.326, en la que ­honrando las mejores tradiciones políticas y culturales de nuestro pueblo­ todo el espectro político coincidió en llamar al 24 de abril "Día de la Recordación de los Mártires Armenios"), un genocidio de estas características conlleva además del asesinato masivo de las personas, un asesinato de lo simbólico sin fin y prolongado en el tiempo.
Hoy mismo, en pleno siglo XXI, el escritor turco Orhan Pamuk, Premio Nobel de Literatura, fue llevado a juicio por haber hablado de que un millón y medio de armenios y treinta mil kurdos habían sido asesinados por Turquía. Fue acusado bajo el Artículo 301 del Código Penal, que prohíbe insultar la identidad turca, y debido a las amenazas contra su vida, se asiló en los EEUU.
Hace muy poco también, lloramos el asesinato del periodista y escritor Hrant Dink frente a su casa, acribillado a balazos luego de una campaña de hostigamiento permanente por su posición frente al genocidio armenio. Lloramos su muerte y nos sentimos orgullosos de su vida.
Por eso decimos que la síntesis de las historias individuales que se funden en el colectivo de un pueblo, no pueden ser avasalladas. En el caso de la Comunidad de Ararat, de los descendientes de Noé, muchas han sido las llagas que laceraron el cuerpo del pueblo en estos más de 3.000 años de sometimientos; no obstante todas ellas, no han logrado impedir que el bálsamo restaurador que sólo la Libertad y la Independencia pueden aportar, se derramara generoso premiando el coraje y la determinación de la colectividad armenia.
|*| Subsecretaria del Ministerio de Turismo y Deporte
Radio Arax

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